Las lesiones lumbares son una de las causas más frecuentes de dolor de espalda y discapacidad en adultos. La región lumbar —ubicada en la parte baja de la columna vertebral— soporta gran parte del peso corporal y participa activamente en casi todos los movimientos del tronco, por lo que está expuesta a múltiples tipos de lesiones, desde simples contracturas musculares hasta hernias discales o fracturas vertebrales.
Las lesiones lumbares pueden originarse por diferentes mecanismos, siendo los más comunes:
Sobrecarga o esfuerzo físico excesivo: levantar objetos pesados o realizar movimientos bruscos sin la técnica adecuada.
Mala postura prolongada: permanecer muchas horas sentado o de pie en posiciones incorrectas.
Traumatismos directos: caídas, accidentes de tránsito o impactos deportivos.
Degeneración del disco intervertebral: producto del envejecimiento o del desgaste crónico.
Debilidad muscular o falta de flexibilidad: especialmente en los músculos abdominales y lumbares, que son el soporte natural de la columna.
Las lesiones más frecuentes en la zona lumbar incluyen:
Lumbalgia mecánica: dolor muscular o ligamentario causado por una mala postura o esfuerzo.
Hernia de disco lumbar: ocurre cuando el núcleo del disco intervertebral se desplaza, comprimiendo una raíz nerviosa.
Esguince o distensión lumbar: lesión de los ligamentos o fibras musculares.
Fracturas vertebrales: más comunes en personas mayores con osteoporosis o en accidentes de alta energía.
Espondilolistesis: desplazamiento de una vértebra sobre otra, generando inestabilidad.
Los síntomas varían según la gravedad de la lesión, pero los más comunes son:
Dolor lumbar que puede irradiarse hacia glúteos o piernas.
Rigidez o dificultad para moverse.
Espasmos musculares.
Hormigueo, entumecimiento o debilidad en las extremidades inferiores (en casos con compromiso nervioso).
Dolor que empeora al toser, estornudar o permanecer sentado por mucho tiempo.
El diagnóstico se realiza mediante una evaluación clínica completa, que incluye:
Historia del paciente y examen físico detallado.
Pruebas de imagen, como radiografías, resonancia magnética (RMN) o tomografía computada (TC), para evaluar estructuras óseas y discales.
En algunos casos, se realizan estudios neurológicos para valorar la función de los nervios afectados.
El tratamiento depende del tipo y la gravedad de la lesión. En la mayoría de los casos se opta por un enfoque conservador:
Reposo relativo: evitar actividades que agraven el dolor, pero sin inmovilizar completamente.
Medicamentos: antiinflamatorios, relajantes musculares o analgésicos.
Fisioterapia: ejercicios de fortalecimiento lumbar, estiramientos y técnicas de reeducación postural.
Aplicación de calor o frío: para reducir la inflamación y relajar la musculatura.
Infiltraciones o bloqueos nerviosos: en casos de dolor persistente o hernias discales.
En situaciones más graves, como fracturas o hernias con compresión severa del nervio, puede ser necesario recurrir a cirugía.
La mejor forma de evitar lesiones lumbares es cuidar la columna en la vida cotidiana:
Mantener una buena postura al estar de pie o sentado.
Realizar actividad física regular que fortalezca la musculatura abdominal y lumbar.
Evitar levantar objetos pesados sin ayuda o sin la técnica adecuada.
Controlar el peso corporal.
Dormir en colchones firmes que mantengan la curvatura natural de la columna.
Las lesiones lumbares pueden afectar significativamente la calidad de vida, pero con un diagnóstico precoz, tratamiento adecuado y hábitos saludables, la mayoría de los pacientes logra una recuperación completa. La prevención sigue siendo la herramienta más eficaz para mantener una columna sana y funcional a lo largo del tiempo.