El espolón calcáneo es una de las causas más frecuentes de dolor en el talón. Se trata de una excrecencia ósea (una pequeña prolongación similar a una espina) que se forma en la parte inferior del hueso del talón, el calcáneo, como respuesta a una sobrecarga o tensión prolongada en la fascia plantar. Aunque muchas veces se descubre por una radiografía, no siempre es el verdadero origen del dolor: en la mayoría de los casos, el malestar proviene de una fascitis plantar asociada.
El espolón se forma por una tracción continua del periostio (la capa que recubre el hueso) en el punto donde se inserta la fascia plantar. Esto ocurre cuando hay microtraumatismos repetidos o sobrecargas.
Las causas más comunes incluyen:
Sobrepeso u obesidad (aumenta la presión sobre el talón).
Uso prolongado de calzado inadecuado (sin soporte ni amortiguación).
Deportes de impacto, como correr o saltar.
Alteraciones en la pisada, como pie plano o pie cavo.
Envejecimiento, que reduce la elasticidad de los tejidos del pie.
El síntoma más característico es un dolor punzante en la planta del pie, especialmente al dar los primeros pasos por la mañana o después de un período de reposo.
Otros signos frecuentes:
Dolor localizado en el talón al permanecer de pie mucho tiempo.
Sensación de “clavo” o “aguja” en la planta del pie.
Inflamación leve o rigidez.
Dolor que mejora con el movimiento y empeora al final del día.
El diagnóstico es principalmente clínico, basado en la descripción del dolor y la exploración física. Sin embargo, una radiografía lateral del pie permite visualizar el espolón, una formación ósea que puede medir entre 3 y 12 mm.
Es importante diferenciarlo de otras causas de dolor plantar, como la fascitis plantar aislada, la bursitis retrocalcánea o la neuropatía del nervio tibial posterior.
El abordaje del espolón calcáneo es conservador en la mayoría de los casos, y se enfoca en aliviar la inflamación y corregir las causas biomecánicas.
Reposo relativo y reducción de actividades de impacto.
Aplicación de frío local (10-15 minutos, 2 o 3 veces por día).
Antiinflamatorios no esteroideos (AINEs) en casos agudos.
Plantillas ortopédicas o taloneras para descargar el talón.
Ejercicios de estiramiento del tendón de Aquiles y la fascia plantar.
Fisioterapia, con técnicas como ultrasonido, láser o ondas de choque.
Si el dolor persiste más de 6 meses pese al tratamiento conservador:
Infiltraciones locales con corticoides (en casos seleccionados).
Terapia con ondas de choque extracorpóreas, muy efectiva para estimular la regeneración tisular.
Cirugía (rara vez indicada): consiste en la resección del espolón o liberación de la fascia plantar, reservada para casos crónicos refractarios.
Usar calzado adecuado con buena amortiguación.
Mantener un peso corporal saludable.
Realizar estiramientos diarios de la fascia plantar y el tendón de Aquiles.
Evitar permanecer mucho tiempo descalzo sobre superficies duras.
Incrementar progresivamente la intensidad del ejercicio físico.
El espolón calcáneo no siempre es el responsable directo del dolor en el talón, pero suele ser un signo de sobrecarga crónica en la fascia plantar. Con un diagnóstico temprano, un tratamiento adecuado y la corrección de los factores predisponentes, la mayoría de los pacientes puede recuperar su movilidad y calidad de vida sin necesidad de cirugía.