Los desgarros de los ligamentos cruzados de la rodilla son lesiones frecuentes, especialmente en personas activas físicamente y en deportistas. Dentro de los cuatro ligamentos principales de la rodilla, los ligamentos cruzados anterior (LCA) y posterior (LCP) juegan un rol fundamental en la estabilidad articular. Su ruptura puede comprometer significativamente la movilidad y la calidad de vida del paciente.
Los ligamentos cruzados son estructuras resistentes de tejido conectivo que se encuentran en el centro de la rodilla, formando una especie de “X”.
El LCA evita que la tibia se desplace hacia adelante respecto al fémur.
El LCP impide el desplazamiento hacia atrás.
Ambos son cruciales para mantener la estabilidad durante actividades como correr, girar o saltar.
Movimientos bruscos de torsión, como cambios de dirección rápidos en deportes como fútbol, rugby, básquet o esquí.
Impactos directos en la rodilla, especialmente cuando esta se encuentra extendida o mal apoyada.
Caídas o accidentes de tránsito, que pueden generar hiperextensión o flexión forzada de la articulación.
Dolor intenso e inmediato, a menudo acompañado por un “chasquido” audible.
Inflamación rápida de la rodilla (derrame articular).
Sensación de inestabilidad o que la rodilla “se sale”.
Limitación del rango de movimiento.
En el caso del LCP, a veces los síntomas pueden ser más sutiles, con dolor al subir o bajar escaleras o al frenar al caminar.
El diagnóstico comienza con una historia clínica detallada y un examen físico, incluyendo maniobras específicas como el Lachman o el Pivot Shift Test para el LCA, o el Test del Cajón Posterior para el LCP.
Para confirmar el diagnóstico y evaluar la gravedad del daño, se solicitan estudios de imágenes:
Resonancia magnética (RMN): el método más preciso para visualizar ligamentos.
Radiografías: para descartar fracturas asociadas.
La elección del tratamiento depende de diversos factores: edad, nivel de actividad, grado de lesión y presencia de lesiones asociadas (meniscos, cartílago, etc.).
Indicado en pacientes con bajo nivel de actividad o con desgarros parciales.
Incluye fisioterapia intensiva para fortalecer la musculatura y recuperar la estabilidad.
Recomendado en pacientes jóvenes, activos o con inestabilidad persistente.
La técnica más utilizada es la reconstrucción ligamentaria, en la que se reemplaza el ligamento roto por un injerto (autólogo o alogénico).
El LCA suele ser más frecuentemente operado que el LCP.
La recuperación postquirúrgica es un proceso progresivo que puede extenderse de 6 a 9 meses, dependiendo del tipo de ligamento y del compromiso de otras estructuras.
Etapas clave:
Control del dolor e inflamación.
Recuperación de la movilidad.
Fortalecimiento muscular.
Retorno progresivo a la actividad física.
Es fundamental seguir estrictamente las indicaciones del fisioterapeuta y el traumatólogo para evitar complicaciones o recidivas.
Fortalecimiento del core y de los músculos de las piernas.
Trabajo específico en propiocepción y equilibrio.
Técnica adecuada al practicar deportes.
Uso de calzado apropiado y equipamiento deportivo adaptado.
Un desgarro de ligamento cruzado no solo es una lesión dolorosa, sino también limitante si no se diagnostica y trata adecuadamente. La clave está en la atención temprana, un plan terapéutico personalizado y una rehabilitación comprometida. Si sufrís una lesión en la rodilla y tenés síntomas como los mencionados, consultá a un especialista en traumatología lo antes posible.